Ricardo Fort, un nombre que resuena en la memoria colectiva argentina, fue mucho más que un mediático. Fue un soñador, un artista que luchó contra los mandatos familiares y las expectativas sociales para alcanzar la fama. Hoy, recordamos su vida y su legado.
El Sueño Hecho Realidad
Siempre quiso ser artista. En una entrevista, al preguntarle qué le diría a su padre, respondió con los ojos llenos de lágrimas: “Mirá papá, llegué”. Y llegó, a pesar de todo. Su departamento en Belgrano era un hervidero de actividad, siempre rodeado de modelos, custodios, sus hijos Martita y Felipe, su pareja de entonces, Rodrigo Díaz, y figuras del espectáculo.
En 2012, Ricardo Fort había logrado lo que siempre había querido: ser el centro de atención, el protagonista de su propia historia. Con un simple mensaje de texto, podía modificar la rutina de cualquier programa de televisión. Se sentía poderoso, invencible.
Heredero de un Imperio, Alma de Artista
Nacido el 5 de noviembre de 1968, Ricardo era el menor de los tres hijos de Carlos Fort, heredero de la fábrica de chocolates FelFort. Se esperaba que siguiera los pasos de sus hermanos, Jorge y Eduardo, y se dedicara al negocio familiar. Pero Ricardo había heredado la vocación artística de su madre, Marta Campa, cantante que siempre lo apoyó en su búsqueda.
Su madre, Marta, fue la única que realmente entendió su pasión por el arte. Su padre, en cambio, veía con preocupación su deseo de alejarse del imperio familiar. A pesar de las presiones, Ricardo siguió su camino, persiguiendo su sueño con determinación.
Un Legado Inolvidable
La figura de Ricardo Fort sigue generando debate y admiración. Su extravagancia, su personalidad arrolladora y su búsqueda constante de la fama lo convirtieron en un ícono de la cultura mediática argentina. Su legado perdura en el recuerdo de quienes lo conocieron y en la huella que dejó en el mundo del espectáculo.
Ricardo Fort nos demostró que, a pesar de los obstáculos, es posible alcanzar nuestros sueños. Su vida, aunque corta, fue intensa y apasionada, un testimonio de la fuerza del espíritu humano.