El Gigante de Arroyito estalló en júbilo cuando Ángel Di María, el hijo pródigo, convirtió un golazo de tiro libre que le dio la victoria a Rosario Central sobre Newell's Old Boys en el clásico rosarino. Un triunfo que se venía gestando en su mente desde hace 18 años, desde que emigró a Europa y triunfó en el mundo, pero sin olvidar nunca sus raíces canallas.
Un gol para la historia
Corría el minuto 36 del segundo tiempo cuando Di María se paró frente a la pelota, con la responsabilidad de un tiro libre lejano. El silencio se apoderó del estadio, solo interrumpido por el latido de miles de corazones auriazules. El Fideo respiró hondo y ejecutó un zurdazo magistral, un misil teledirigido que se clavó en el ángulo superior izquierdo del arco defendido por Juan Espinola. ¡Golazo! Explosión de alegría en las tribunas, el sueño hecho realidad.
Después del gol, Di María corrió a celebrar con su familia, que lo esperaba emocionada en el palco. Se quitó la camiseta, recibiendo una tarjeta amarilla que poco importó ante la ovación ensordecedora de la hinchada. Lágrimas de emoción en el rostro del ídolo, quien finalmente pudo saborear la victoria en un clásico rosarino, algo que se le había negado en sus anteriores etapas en el club.
Reacciones y repercusiones
El gol de Di María no solo significó la victoria para Central, sino también un golpe anímico para Newell's. Las cámaras captaron la reacción de Cristian Fabbiani, el DT leproso, quien hizo un gesto de resignación y admiración al ver la obra de arte del Fideo. Un “mirá vos” que reflejaba la impotencia ante la genialidad del rival.
Este triunfo histórico marca un antes y un después en la carrera de Di María y en la historia del clásico rosarino. Un gol que quedará grabado en la memoria de todos los hinchas de Central y que reafirma el amor incondicional del Fideo por su club.
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